miércoles, 25 de enero de 2017

PROCESOS NEURODEGENERATIVOS II: Alzheimer

En esta entrada, tal como comenté en la anterior, voy a profundizar en las demencias.
En primer lugar, explicaré en qué consiste la más incidente de ellas, el Alzheimer.
Las primeras manifestaciones de este tipo de demencia se dan por un notable deterioro de la memoria y el lenguaje. Es de curso lento y progresivo. Es importante su detección en fases iniciales, ya que el tratamiento farmacológico y las terapias no farmacológicas pueden paliar el impacto que esta demencia tiene sobre la persona y sus cuidadores. En este tipo de enfermedad, es fundamental el papel del cuidador y su tratamiento paralelo al del enfermo, pues supone un desgaste físico y emocional el cuidar de una persona con este tipo de demencia.

Los primeros indicios de esta enfermedad suelen ser déficits olfativos y cambios en las preferencias gustativas, son síntomas muy precoces y suelen pasar inadvertidos. En las fases iniciales, normalmente el enfermo es consciente de sus déficits, esta consciencia se va perdiendo a medida que la enfermedad avanza.

La capacidad para memorizar listas de palabras o algunos acontecimientos temporalmente fechados se ve tempranamente afectada.
Estos síntomas se reflejan en la conducta del enfermo al repetir continuamente una misma pregunta, olvidar citas importantes o el lugar donde ha colocado objetos de su interés.
Los afectados levemente de Alzheimer recuerdan mejor los eventos remotos del pasado que los recientes. Hasta etapas más avanzadas no se muestra incapacidad de recordar sucesos lejanos en el tiempo.
Otra de las últimas capacidades en destruirse es el aprendizaje de habilidades y destrezas que se adquieren por repetición.

Las alteraciones en el lenguaje son unas de las manifestaciones más habituales y tempranas de la enfermedad. Los afectados por esta enfermedad suelen olvidar algunas palabras y se ve afectada su fluidez verbal. Con la evolución de la enfermedad se empieza a afectar la comprensión, la expresión y el uso de la gramática. De forma progresiva se ven afectadas la lectura y la escritura.

Otro de los síntomas tempranos de la enfermedad es la desorientación espaciotemporal. Se relaciona con los déficits en el aprendizaje contextual y las alteraciones visuoperceptivas. Al principio la desorientación se manifiesta ante lugares desconocidos. Para acabar afectando al reconocimiento de lugares conocidos, incluidos los espacios de la casa en la que vive.

Los enfermos de Alzheimer suelen equivocarse en las prendas que seleccionan para vestirse y en su colocación. Es lo que se llama apraxia del vestido.
En los estadios más avanzados suelen aparecer problemas para reconocer caras, al principio de personas menos conocidas; al final no reconocen ni su propia cara en un espejo. Es lo que se conoce como prosopagnosia.

Casi todas las personas diagnosticadas de Alzheimer presentan alteraciones en el terreno emocional y en el comportamiento a lo largo del proceso de la enfermedad, siendo la depresión y la apatía las más comunes y persistentes.
Se pueden manifestar otras como agresividad, trastornos del sueño, deambulación, ansiedad y trastornos relacionados con el impulso sexual o el apetito. A medida que la enfermedad avanza pueden presentarse alucinaciones o delirios, siendo los de robo los más habituales.Suelen aparecer también miedos injustificados o conductas de acumulación.

En cuanto al tratamiento de ésta enfermedad, su objetivo no es restituir las funciones afectadas, sino enlentecer la progresión de los síntomas.
Se puede llevar a cabo una intervención cognitiva en varios ámbitos de la vida del enfermo:
-Modificación del entorno físico.
-Intervención sobre las actividades significativas de la vida diaria.
-Abordaje de los síntomas comportamentales que pueden acompañar al deterioro cognitivo.

El objetivo de este tipo de intervención es conseguir un aumento de la calidad de vida de la persona afectada por la enfermedad de Alzheimer.

En cuanto a la intervención farmacológica, su finalidad es el control paliativo de los síntomas cognitivos, emocionales y conductuales.
Los fármacos usados en fases leves suelen ser el donepezilo, la rivastigmina y la galantimina; ya que se han comprobado sus beneficios en el estado cognitivo y emocional del enfermo.
En fases más avanzadas, se suele usar  memantina, que reduce la agitación motora y mental.
Las benzodizepinas y sus derivados se usan para el tratamiento de la ansiedad y el insomnio; los antipsicóticos, como risperidona y olanzapina; para tratar la agitación, las alucinaciones y los delirios, y algunos antidepresivos como la fluoxetina.

Aunque como he comentado anteriormente, la enfermedad no se puede curar ni detener su desarrollo con ningún fármaco. Aunque sí es posible estabilizar y paliar muchos de los síntomas que se asocian a la degeneración.
Una de las vías son las terapias no farmacológicas, que deben ir dirigidas tanto hacia el enfermo como a sus cuidadores. En el enfermo el principal objetivo será retrasar todo lo posible el deterioro funcional, compensando cuando sea posible las funciones que ya están afectadas y manteniendo las que tardarán en perderse.

Algunas de estas terapias orientadas al tratamiento del enfermo de Alzheimer son:

-Rehabilitación y entrenamiento cognitivo: para estimular y preservar los principales procesos básicos y superiores.
-Entrenamiento en las actividades de la vida diaria: su objetivo es que el enfermo alcance el máximo nivel de independencia posible en su vida diaria. Las tareas que se programen serán más o menos complejas dependiendo de la fase de la enfermedad en que se encuentre.
-Terapia de orientación a la realidad: pretende disminuir la desorientación espaciotemporal que suelen presentar los afectados por Alzheimer. Consiste en proporcionar al enfermo claves externas que lo ayuden a situarse en la realidad presente y desarrollar actividades que faciliten la orientación.
-Técnicas de modificación de conducta: buscan mejorar las alteraciones de conducta provocadas por la enfermedad.

Con los cuidadores, se debe trabajar para que identifiquen los síntomas propios de la enfermedad y las estrategias más eficaces para controlarlos y para que generalicen en casa las actividades que se trabajan en la terapia. Por otra parte, hay que centrarse en programas orientados a "cuidar al cuidador".
La intervención se dirige principalmente a proporcionar información, valorar el trabajo que realizan, orientarlos para que definan límites en el cuidado, desculpabilizándolos por permitirse espacios para el ocio, favorecer esos espacios de ocio, buscar redes de apoyo familiares y sociales para distribuir las tareas de cuidado.


Espero que la información os sea útil, y si tenéis cerca un caso de este tipo, sirva un poco de orientación para saber cómo actuar y cómo tratar tanto al enfermo como al cuidador.


Fuente:
Arnedo, M., Bembibre, J. y Triviño, M. (2012) Neuropsicología. A través de casos clínicos. Madrid. Editorial Médica Panamericana.

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